jueves, 7 de abril de 2016

El río no es sólo eso.


Es  dificl para quienes viven lejos de los ríos, los verdaderos ríos del litoral entender ciertas costumbres del litoral.
Se necesita aclarar que el río, parafraseando a un poeta, no es sólo eso. El río no es sólo agua. El río significa mucho para los litoraleños. Dentro de ese mucho, la costumbre  de ir a la “isla”, y  “la isla”, no se trata de una isla en concreto, sino de un amplio sector geográfico que queda cruzando el río.
Algunos litoraleños, con suerte y en cierta etapa de su vida, pueden conseguir un lugar en algún rincón de alguna isla, riacho, laguna perdido en el humedal, y ahí instalan su rancho. Un citadino diría que están jugando a ser pobres. No es eso.
Se construye un rancho en la isla con mucho esfuerzo y dinero. Cuesta mucho llevar las cosas del pueblo a la Isla, si algo se olvida de llevar es una tarea que no podrá hacerse y habrá que esperar al próximo viaje.
Las cosas en el río no se hacen  a criterio de uno, todo depende del río. Si uno se cree que tiene el dominio, tarde o temprano el rio le enseñara que manda. Entonces, no pueden hacerse cosas desde el
egocentrismo de sentirse eterno.  SI el río crece se lleva todo.  Se debe entender que en la precariedad de las cosas se encuentra la riqueza de comprender un dato de la vida  fundamental. 
Ir a un rancho, no es jugar a ser pobre, es mas bién la unión con el río, una vuelta a la simpleza  que surge como una imposición de humildad. No humildad material sino espiritual, aquella que se logra cuando se entiende que uno no es el centro, sino todo.  Que las cosas no dependen de uno solamente. Que  se necesita muy poco para ser feliz.
Por eso mismo también las cosas en el río tienen otro valor. Algunos objetos obsoletos en la ciudad son verdaderos lujos en la isla. Un sillón todo destartalado es un trono. Una lata de dulce puede ser un sartén para la fritanga de pescado, una cama vieja puede ser el objeto para el descanso de los dioses. Un pedazo de chapa oxidado el techo, y un tacho de aceite de 200 litros, una cocina que da calor en el invierno.  Incluso el peor vino se vuelve varietal,  el hielo vale mas que el oro. Un cuchillo afilado, un hacha una tenaza son herramientas codiciadas. La galleta es un alimento indispensable. Con esa filosofía, unos amigos de Villa Constitución construyeron su rancho en la Isla.
Allí fuimos con papá a pasar algunos días de algunas pescas.
El rancho tenía todas las porquerías de la ciudad, osea,  todos los lujos de la isla. No faltaban camas viejas de  elásticos. Colchones de estopa duros y cobijas que picaban. Chapas oxidadas. Todo sobre pilotes bien altos.Nada faltaba. Incluso habían llevado una vieja bomba de agua para subir agua del rio hasta el rancho. Y esa agua se usaba para limpiar el pescado, la comida en general, los utensillos
y la propia humanidad, incluso también para el agua del mate.
La bomba en cuestión tenía una rueda con una manija, entonces uno hacía girar la rueda con la mano mientras el otro en el extremo de la manguera aprovechaba a lavar.  Ahí quedaba la manguera colgada de un poste, y el agua caía en una pileta de lavatorio que dejó de funcionar para alguna vieja casa, el desague simplemente caia al pasto.
Cada vez que alguien necesitaba lavar debía pedir la asistencia de otro. Se lavaba como un acto de comunión, en forma espontánea y quizá deliberada era indefectiblemente un acto de a dos.
Tanto que  ya no importaba el pudor del hombre, que necesitaba lavarse las partes mientras otro le apuntaba el manguerazo. Y era para reírse y para compartir.
Hasta que un día, yo tenia que lavar alguna cosa, y para no joder,  porque estaban durmiendo una siesta,  corté una botella de tres litros de gaseosa, haciéndole unos orificios en el culo, le puse la manguera adentro y la colgué. Bombee un par de vueltas se llenó la botella y tenía tres litros de agua para lavarme solo.
Cuando se  despertaron y fueron en equipo a lavarse, se encontraron el dispositivo. Con caras de sospecha uno bombeó, el otro se lavó las manos.  Se miraron, me miraron, y me preguntaron  ¿vos hiciste eso?.
Si. Les dije.
Lo miraron a papá, que mientras desenredaba una línea les dijo sin levantar la vista….
-Y….mijo el doctor!.. no al pedo lo mandé a estudiar a Córdoba.